viernes, 17 de octubre de 2014


Zapotecas
(Oaxaca)



Los zapotecas fueron uno de los pueblos que tuvieron un papel muy importante en el desarrollo cultural de Mesoamérica. Establecidos por lo menos desde un milenio antes de la era cristiana en la sierra, valle central y en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca, los zapotecas recibieron la influencia de los olmecas. Eran éstos los creadores de la cultura madre que comenzó a florecer en las costas del golfo de México, en la región limítrofe de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco.
Hacia el siglo VI a.C. los zapotecas estaban en posesión de un sistema calendárico y también de una forma de escritura. De ello dan testimonio las centenares de estelas con inscripciones que se conservan en el centro ceremonial de Monte Albán. Dichas estelas se conocen como de ‘los danzantes’, ya que las posturas de las figuras humanas con las que se registran tales inscripciones, mueven a pensar que están bailando. En esa primera etapa del desarrollo zapoteca comenzaron a construirse tumbas de cajón o rectangulares en las que aparecen ofrendas y representaciones del dios de la lluvia conocido como Cocijo, deidad que habría de tener un lugar muy importante en el panteón zapoteca.
En los siglos siguientes, según los datos proporcionados por la arqueología, pueden distinguirse varios períodos de ulterior desarrollo. En el que abarca desde el 300 a.C. hasta el 100 d.C., se dejó sentir la presencia de algunos elementos que más tarde se desarrollarían con mayor fuerza entre los mayas. De esa época provienen asimismo edificaciones más suntuosas, entre ellas las de varios juegos de pelota y algunos templos en Monte Albán y en otros lugares de Oaxaca como Yagul, Teotitlán, y Zaachila.
A ese período siguió el del auge de la cultura zapoteca entre el año 100 d.C. y el 800 d.C. Coincidió con el esplendor de Teotihuacán en la región central. Fue entonces cuando el centro de Monte Albán llegó a su máximo florecimiento. De ello dan fe los templos, palacios, adoratorios, plazas, juegos de pelota y otras edificaciones que allí pueden contemplarse. Además de Cocijo, dios de la lluvia, se adoraba a la pareja de dioses creadores llamados Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana, representación de la dualidad que también aparece en las otras regiones de Mesoamérica. En este período de esplendor se consolida la presencia zapoteca en los ya mencionados Yagul y Zaachila, y en otros muchos lugares como Huajuapan, Juchitán, Piedra Labrada y algunos ya situados en los actuales territorios de Puebla y Guerrero.
Al período de esplendor siguió uno de franca decadencia. Otro grupo étnico, el de los mixtecos, ocupó su principal centro ceremonial y se impuso en gran parte del territorio oaxaqueño. Los zapotecas, a veces sometidos a los mixtecos y en ocasiones aliados con ellos, establecieron su ciudad principal en Zaachila. A pesar de su decadencia, los zapotecas lograron conservar en parte su independencia y salir victoriosos en varias guerras que tuvieron contra grupos vecinos y oponiendo resistencia a los intentos de los mexicas o aztecas que trataban de sojuzgarlos. Tan sólo la conquista española puso fin a la existencia autónoma zapoteca.
Descendientes de los antiguos pobladores de diversos lugares de la sierra, de los valles centrales y la costa de Oaxaca, los zapotecas contemporáneos, a pesar de haber vivido por siglos marginados y depauperados, han conservado muchas de sus tradiciones, formas de vida, creencias y organización social. Elemento que les confiere profundo orgullo es el hecho de que un zapoteca serrano, Benito Juárez , no sólo haya sido presidente de la República sino el máximo defensor de ella frente a la intervención francesa que, promovida por Napoleón III, fue victoriosamente rechazada.
Tanto por las variantes que existen en su lengua como por sus formas de vida y condiciones económicas, los zapotecas ostentan considerables diferencias entre sí. Así, en tanto que perdura su aislamiento y pobreza en muchos lugares de la sierra, hay en cambio zapotecas en la región del istmo de Tehuantepec cuyos niveles de vida son comparables a los de la población no indígena. Entre éstos últimos zapotecas pervive, no obstante, su sentido de identidad cultural y el empleo de la lengua que es además objeto de cultivo y vehículo de expresión literaria, tanto en cantos y poemas como en la narrativa. La acentuada fisonomía cultural de los zapotecas del istmo es perceptible de muchas formas. Una de ellas la ofrece la gracia y altivez de sus mujeres, las célebres tehuanas, con sus característicos tocados y sus ricas joyas.
Los zapotecas contemporáneos, herederos del rico legado cultural de sus antepasados, constituyen uno de los grupos étnicos más grandes de México. De acuerdo con el censo de 1990, se acercaban al medio millón de personas.



Zacatecos
(Coahuila, Aguascalientes y  Durango)



Los zacatecos eran una de las seis tribus chichimecas que habitaban en el norte de México, en la zona que los conquistadores españoles llamaron Aridoamérica, y que con el tiempo vino a darle nombre al estado que actualmente conocemos por Zacatecas. Del grupo chichimeca era una de las llamadas cuatro naciones principales, sin embargo, junto a la de los guachichiles, su cultura era de un grado inferior a la de los otro cuatro grupos: pames, guamares, tecuexes y caxcanes. Esa diferencia radicaba en que los cuatro últimos tenían adoratorios y conocían la agricultura.

Los zacatecos tenían al noreste a los guachichiles como vecinos; en el oeste su territorio limitaba, cerca de Durango, con la nación tepehuana, y al norte con los irritilas o tribus laguneras, hasta donde hoy se encuentran Cuencamé y Parras. En Malpaís se localizaban sus centros poblacionales más importantes, alrededor del Peñón Blanco y del Cerro de la Bufa; y en parte del estado de Jalisco, en Mezquitic.
 El zacateco era un pueblo guerrero, valientes y denodados, y célebres flecheros. Las primeras referencias que se encuentran en las crónicas de la época de la conquista hablan de que andaban desnudos, que solamente llevaban “medias calzas de perro”, de la rodilla al tobillo, para protegerse de la vegetación. Esta característica de desnudez estaba generalizada entre todas las tribus chichimecas, aunque algunos de los grupos se cubrían con pieles.

La cultura zacateca se considera extinta, aunque tienen muchos descendientes directos, que viven en grandes concentraciones en los estados de Zacatecas y Durango, y debido a la emigración en grandes ciudades norteamericanas como Los Ángeles, Dallas y Chicago. Sus tradiciones se han ido perdiendo por distintas razones, por el mestizaje y la asimilación de otras costumbres mexicanas principalmente.

La palabra Zacatecas es un vocablo náhuatl, que significa “habitante de la tierra donde abunda el zacate”. Deriva del vocablo zacatl, que quiere decir “hierba, junco, grama” y del locativo co. El resultado da origen al término Zacatécatl que traducido quiere decir “habitante de zacatlan”. La desaparición de su lenguaje tampoco favorece una identificación exhaustiva, aunque se cree que su idioma perteneció a la familia lingüística uto-azteca.
 Los zacatecos eran principalmente nómadas y carecían de modo de vida agrícola, al contrario que otros grupos como los tecuexes, pames, guamares y caxcanes, de lo que no se tiene conocimiento es de cómo llegó hasta ellos, aunque bien pudiera deberse a la influencia de sus vecinos los otomíes y los tarascos. Eran cazadores y recolectores de frutos silvestres, se alimentaban de tunas, semillas, raíces, dátiles y mezquite, con el que elaboraban una especie de pan que conservaban para épocas de escasez; también de la caza de conejos y de ranas y peces. El trueque con otros grupos, especialmente con los que practicaban la agricultura, les permitía otro tipos de alimentos, y el intercambio de utensilios domésticos, artesanías, alfarerías y otros productos.

Respecto a sus costumbres religiosas, según Powell, rendían culto a cuerpos celestiales como el sol y la luna, y cierta adoración por algunos animales. También, referente a sus dioses, los cronistas de la época opinaban de esta manera: “creen como descreen y no adoran ni aún han adorado a Dios conocido, sino hoy una piedra que hayan o hacen, y mañana otra diferente figura y ordinariamente de animales, sin permanecer en ninguna”.


Toltecas
(México)



 Los toltecas (en nahuatl, ‘maestros constructores’), pueblo nativo de México que emigró desde el norte de lo que ahora es México, tras la decadencia (en torno al año 700 d.C.) de la gran ciudad de Teotihuacán, y que estableció un estado militar en Tula, a 64 km al norte de la moderna Ciudad de México, en el siglo X d.C. Se pensó que su llegada marcó el cenit del militarismo en Mesoamérica, puesto que el ejército tolteca empleó su mayor potencia para dominar las sociedades vecinas. El pueblo tolteca creó una refinada cultura, que incluía conocimientos sobre la fundición del metal, el trabajo de la piedra, la destilación y la astronomía. Su arquitectura y su arte reflejan influencias de Teotihuacán y de la cultura olmeca.
Los restos de Tula, a veces llamada Tollan Xicocotitlán, incluyen tres templos piramidales, de los cuales el más grande está rematado por columnas de 4,6 m de altura en forma de estilizadas figuras humanas conocidos como "atlantes" (guerreros); se cree que estaba dedicado a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, deidad que los toltecas adaptaron de culturas anteriores y la adoraron como el dios del planeta Venus. Según la leyenda, un dios rival tolteca Tezcatipotla, hizo que Quetzalcóatl y sus seguidores abandonaran Tula en torno al año 1000 d.C. Se desplazaron al sur y posteriormente desarrollaron la ciudad maya de Chichén Itzá, convirtiéndola en su capital y en un importante centro religioso. La civilización tolteca decayó en el siglo XII, cuando los chichimecas, junto con otros pueblos indígenas, invadieron el valle central y saquearon Tula. Los toltecas del sur fueron absorbidos por los mayas, a los que habían conquistado anteriormente. Hacia el siglo XIII la caída de Tula y del poder tolteca abrió el camino para la ascensión de los aztecas.



Teotihuacanos
(México)



El yacimiento arqueológico de Teotihuacán contiene los restos de la ciudad más antigua del continente americano, situado en el municipio mexicano homónimo, 45 km al noreste de la actual ciudad de México. El lugar fue ocupado por primera vez en los siglos I y II a.C. De ser un pequeño asentamiento pasó a convertirse en una importante ciudad en el siglo II d.C., hasta cerca del año 700 d.C. Se han formulado varias hipótesis para explicar su decadencia y posterior abandono: disensiones internas, cambios climáticos, o invasiones de pueblos del norte. Su población se dispersó por la región central de México y también en lugares apartados, llegando algunos a establecerse en los países que en la actualidad son los de El Salvador y Nicaragua. La ciudad ocupaba una superficie muy amplia, 21 km2, y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes siendo considerada ya en ese entonces una de las ciudades más grandes del mundo. Sus notables monumentos incluyen las Pirámides del Sol y de la Luna, unas de las edificaciones más grandes jamás construidas, la Ciudadela, el templo de Quetzalcóatl y la Avenida de los Muertos, que es una amplia vía flanqueada por los restos de antiguos templos de casi 2.000 m de longitud. Los muros de algunos de ellos están decorados con frescos de color que representan temas mitológicos o religiosos. El conjunto de las casas seguía un trazado urbanístico en forma de cuadrícula que rodeaba el centro monumental de la ciudad. Los habitantes de Teotihuacán, que, en realidad, fue una verdadera ciudad-estado, tuvieron estrechos contactos con la contemporánea cultura maya del Yucatán y de Guatemala, y su cultura ejerció una importante influencia en posteriores civilizaciones mexicanas como la de los aztecas.



Sumos
(Chihuahua)

Los sumos o tawahkas habitan en los departamentos de Gracias a Dios y Olancho en Honduras y en la Costa Atlántica de Nicaragua. Son uno de los grupos étnicos que se localizan en las riberas del río Patuca, en la Mosquitia, como se denomina la región donde se ubican. La mayoría de los componentes de este grupo indígena en Honduras viven en la aldea de Krausirpe, en el margen derecho del río Patuca y en la desembocadura del río Wampú. Algunos estudiosos opinan que la procedencia de los antepasados de los tawahkas, al igual que la de los miskitos y ramas, con los que están emparentados, se sitúa en Colombia, desde donde emigraron pasando por el istmo de Panamá.

El territorio histórico que habitan, desde el siglo XVII aproximadamente, constituye uno de los últimos remansos de bosque tropical húmedo, un santuario que les ha permitido continuar con su tipo de vida tradicional, basada en la agricultura de subsistencia, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Los sumos eran uno de los grupos étnicos más extensos de Centroamérica durante el periodo de la colonia. Se extendían desde el río Patuca en Honduras, a través de la Sierra Central de Nicaragua, hasta el río Rama. Por el oeste lo hacían dentro del sur de Honduras y en Nicaragua colindaban con los matagalpas y el Lago Nicaragua o Cocibolca.

Durante la época colonial se vieron obligados a replegarse hacia el interior de Honduras, ante la belicosidad e intransigencia de los miskitos o zambos, la causa por la que se asentaron en la región central del país. Sin embargo, y a pesar de las disputas entre los dos grupos, parece evidente la relación de parentesco entre ellos, son muchos los rasgos o elementos que los asemejan y entre ellos está la lengua.
 En la antigüedad estaban formados por diez sub tribus: Tawahka, Panamako, Ulwa, Bawinka, Kukra, Yusku, Prinzu, Boah, Islam y Ki. En los documentos que se conservan de la época colonial podemos encontrar que se trataba del grupo dominante de esta zona durante al menos cuatro siglos. También podemos comprobar que sus territorios siempre fueron los situados en los alrededores de la confluencia de los ríos Patuca y Wampú, donde viven en la actualidad.

La lengua materna de este pueblo indígena es el tawahka, y se clasifica dentro del grupo Misupalpan, también hablan miskito y el español, aunque este último con cierta dificultad. El nombre con el que ellos llaman a su lengua es twanka y tiene una similitud con la denominación que los españoles dieron en el siglo XVII a los indios de la zona del Guayape-Guayambre: tahuajcas. Los españoles los conocían por el nombre de taguacas y los describían como belicosos e indóciles, no sólo en sus relaciones con los conquistadores, de igual modo con los indios lencas y con los misioneros. También se les denomina sumu, soumo, sumoo woolwa, sumo tawahka y taguaca. El vocablo sumo tiene relación histórica y alude, en miskito, a una situación de inferioridad. Desde el año 1974 no se han efectuado censos poblacionales sobre las comunidades indígenas del país. Sin embargo, y aunque es imposible precisar, en la parte de Honduras se calculan de 800 a 1.000 tawahkas, en total con los de Nicaragua y Honduras juntos se estima un número que ronda los 14.000, aproximadamente.

Sus comunidades son pequeñas y centradas en la familia. La mayor parte de los siete poblados actuales se caracterizan por albergar de un 90 a un 95 por ciento de los miembros de una misma familia. Están estrechamente vinculados a la tierra y su forma de vida es la agricultura de subsistencia con técnicas tradicionales. En la producción económica participa toda la familia y son los trabajadores los que realizan las labores agrícolas, por lo general a la orilla del río. Los hombres tawahkas participan en la construcción de pipantes, una especie de canoa. Se mantiene la antigua práctica del lavado de oro en el río Patuca y también realizan actividades asalariadas en plantaciones de banano cerca de sus poblados. El cacao y la madera son otras fuentes de ingresos.

 Aunque la mayoría de los tawahkas son católicos, el sistema de culto de los tawahkas se basa en las creencias chamanísticas. Ponen toda su fe en los hombres o mujeres escogidos por los espíritus que se convierten en sus mensajeros, para el bien o para el mal. Los elegidos deben de superar unas pruebas o sufrimientos que pueden ser graves enfermedades, para llegar a ser reconocidos como sukias. Pero no sólo de esta manera se puede llegar a ser aceptado como sukia, existe otra más dramática e impresionante, es la de ser electrocutado por un rayo. Los que sobreviven a estas descargas eléctricas son los considerados más poderosos. Los sukias se dedican a las actividades curativas y sus conocimientos se basan en el saber tradicional de la fauna y flora local. En los cultos funerarios colocan dentro de las sepulturas unos bastones sólidos para que el alma del difunto pueda defenderse y escapar de los peligros que le amenazan.



Otomíes
(Hidalgo)



Usos y Costumbres
Si bien la religión está influenciada por el catolicismo, subsiste en algunas localidades, sobre todo en las más aisladas, un sustrato más tradicional, particularmente en lo que se refiere al culto a los muertos, la creencia en el nagualismo y la causalidad de las enfermedades y su curación.
Entre los otomíes, el matrimonio era de carácter endogámico, concertado entre los padres de los contrayentes, a través del patrón de petición de la novia y entrega de regalos a su familia hasta lograr su consentimiento. En la actualidad, las más de las veces, el matrimonio se da por elección propia y cuando ocurre dentro de la localidad, el novio suele prestar su servicio prematrimonial en la casa de los padres de su futura esposa.

En el ámbito cultural, la familia, la música, la danza, la tradición oral, el sistema de cargos para la organización de las principales festividades religiosas de la comunidad, el rito, el culto religioso, y más recientemente, a través de su Centro Ceremonial Otomí, han sido elementos fundamentales para la expresión, conservación y preservación de la identidad y personalidad de este pueblo indígena del Estado, poseedor de un amplio patrimonio cultural e histórico.

En la organización social del pueblo otomí se han conservado formas y autoridades tradicionales, que le han permitido conservar la unidad social de sus comunidades y también preservar su identidad cultural. En los aspectos religiosos destacan los cargos de mayordomos, fiscales, cargueros, topiles, rezanderos y cantores, entre otros, que tienen una gran importancia en la vida cotidiana de cada comunidad.
Vestimenta 

El vestido de la mujer otomí, consiste en un chincuete o “enredo” de lana muy amplio y largo de color azul marino o negro, con líneas verdes, anaranjadas y amarillas; y una blusa de popelina de color blanco, manga corta con bordados en motivos florales, faunísticos o geométricos, o bien una combinación de ellos. Es característico de la indumentaria otomí el uso del quesquémil, que puede ser de algodón, lana o artisela en varios colores.


Actividad Económica

En las temporadas “libres” del ciclo agrícola, los hombres y mujeres otomíes emigran hacia las zonas metropolitanas de las ciudades de Toluca y México, con objeto de emplearse en el sector secundario o terciario de la economía, a fin de complementar sus ingresos. Las mujeres generalmente se emplean como trabajadoras domésticas.
La actividad agrícola, particularmente el cultivo de maíz,


constituye la principal actividad económica de los otomíes; quienes, además, crían ovejas, cerdos, vacas, caballos y especies menores como pollos y conejos, entre otros, ya sea para autoconsumo o para la venta, sin que ello les genere ingresos económicos suficientes. En diversos municipios, los otomíes se dedican también a la producción y comercialización de artesanías y otros productos útiles para el trabajo doméstico.
Historia
Los otomíes o hñähñu aparecen como un pueblo ligado a los Olmecas de Nonoualco y a los estratos más antiguos del Alto Altiplano. Fueron los primeros pobladores del Valle de Tula, incluso antes de la llegada de los Toltecas.


                
   Olmecas
 (Tabasco y Veracruz)


El antiguo pueblo de los olmecas del sur del golfo de México originó la más antigua civilización en Mesoamérica (México y América Central), y cuyo esplendor se fecha desde aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Su área central ocupó unos 18.000 km2, en las pantanosas selvas de las cuencas ribereñas de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco. Su influencia se extendió gradualmente hasta las tierras altas de México, esto es, el valle de México, conocido como el Anahuác, y los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, por lo que influyeron en otras culturas posteriores como la mixteca y zapoteca. Los olmecas iniciaron su andadura, durante el denominado período olmeca I (1500-1200 a.C.), con pequeñas aldeas costeras que practicaban una agricultura incipiente y mantenían el importante aporte de la caza y la recolección. El período olmeca II (1200-400 a.C.) comprende San Lorenzo, su centro más antiguo conocido, que fue destruido en torno al año 900 a.C. y sustituido por La Venta, una ciudad creada según un patrón axial que influyó en el desarrollo urbanístico de América Central durante siglos. Una pirámide de tierra apisonada de 30 m de altura, una de las más antiguas de Mesoamérica, estaba situada en el centro de un complejo de templos y patios abiertos. El período olmeca III (400-100 a.C.) se caracteriza por su marcada decadencia, ubicado en los centros de Tres Zapotes y Cerro de las Mesas y que reflejan ya las influencias de las culturas de Teotihuacán y maya, que comenzaron su expansión en los primeros siglos de la era cristiana.
Los olmecas, cuyo nombre significa ‘país del hule’ (del azteca ulli, hule o caucho), fueron los primeros en emplear la piedra en la arquitectura y escultura, a pesar de tener que extraerla de los montes de Tuxtla, a 97 km al este de Tula. Sus obras escultóricas incluyen tanto las colosales cabezas masculinas de basalto de 2,7 m de altura y 25 toneladas de peso como pequeñas estatuillas de jade que pueden observarse, junto a otros productos olmecas, en la ciudad mexicana de Villahermosa. Su sistema de escritura fue el precursor de los jeroglíficos mayas, y es probable que el famoso calendario maya se haya originado en la cultura olmeca. La civilización olmeca dejó establecidos patrones de cultura que influyeron en sus sucesores en los siglos venideros; por ello está considerada como la cultura ‘madre’ más importante de México.