Sumos
(Chihuahua)
Los sumos o tawahkas habitan en los departamentos de Gracias
a Dios y Olancho en Honduras y en la Costa Atlántica de Nicaragua. Son uno de
los grupos étnicos que se localizan en las riberas del río Patuca, en la
Mosquitia, como se denomina la región donde se ubican. La mayoría de los
componentes de este grupo indígena en Honduras viven en la aldea de Krausirpe,
en el margen derecho del río Patuca y en la desembocadura del río Wampú.
Algunos estudiosos opinan que la procedencia de los antepasados de los
tawahkas, al igual que la de los miskitos y ramas, con los que están
emparentados, se sitúa en Colombia, desde donde emigraron pasando por el istmo
de Panamá.
El territorio histórico que habitan, desde el siglo XVII
aproximadamente, constituye uno de los últimos remansos de bosque tropical
húmedo, un santuario que les ha permitido continuar con su tipo de vida
tradicional, basada en la agricultura de subsistencia, la caza, la pesca y la
recolección de frutos silvestres. Los sumos eran uno de los grupos étnicos más
extensos de Centroamérica durante el periodo de la colonia. Se extendían desde
el río Patuca en Honduras, a través de la Sierra Central de Nicaragua, hasta el
río Rama. Por el oeste lo hacían dentro del sur de Honduras y en Nicaragua
colindaban con los matagalpas y el Lago Nicaragua o Cocibolca.
Durante la época colonial se vieron obligados a replegarse
hacia el interior de Honduras, ante la belicosidad e intransigencia de los
miskitos o zambos, la causa por la que se asentaron en la región central del
país. Sin embargo, y a pesar de las disputas entre los dos grupos, parece
evidente la relación de parentesco entre ellos, son muchos los rasgos o
elementos que los asemejan y entre ellos está la lengua.
En
la antigüedad estaban formados por diez sub tribus: Tawahka, Panamako, Ulwa,
Bawinka, Kukra, Yusku, Prinzu, Boah, Islam y Ki. En los documentos que se
conservan de la época colonial podemos encontrar que se trataba del grupo
dominante de esta zona durante al menos cuatro siglos. También podemos
comprobar que sus territorios siempre fueron los situados en los alrededores de
la confluencia de los ríos Patuca y Wampú, donde viven en la actualidad.
La lengua materna de este pueblo indígena es el tawahka, y
se clasifica dentro del grupo Misupalpan, también hablan miskito y el español,
aunque este último con cierta dificultad. El nombre con el que ellos llaman a
su lengua es twanka y tiene una similitud con la denominación que los españoles
dieron en el siglo XVII a los indios de la zona del Guayape-Guayambre:
tahuajcas. Los españoles los conocían por el nombre de taguacas y los
describían como belicosos e indóciles, no sólo en sus relaciones con los
conquistadores, de igual modo con los indios lencas y con los misioneros.
También se les denomina sumu, soumo, sumoo woolwa, sumo tawahka y taguaca. El
vocablo sumo tiene relación histórica y alude, en miskito, a una situación de
inferioridad. Desde el año 1974 no se han efectuado censos poblacionales sobre
las comunidades indígenas del país. Sin embargo, y aunque es imposible
precisar, en la parte de Honduras se calculan de 800 a 1.000 tawahkas, en total
con los de Nicaragua y Honduras juntos se estima un número que ronda los
14.000, aproximadamente.
Sus comunidades son pequeñas y centradas en la familia. La
mayor parte de los siete poblados actuales se caracterizan por albergar de un
90 a un 95 por ciento de los miembros de una misma familia. Están estrechamente
vinculados a la tierra y su forma de vida es la agricultura de subsistencia con
técnicas tradicionales. En la producción económica participa toda la familia y
son los trabajadores los que realizan las labores agrícolas, por lo general a
la orilla del río. Los hombres tawahkas participan en la construcción de
pipantes, una especie de canoa. Se mantiene la antigua práctica del lavado de
oro en el río Patuca y también realizan actividades asalariadas en plantaciones
de banano cerca de sus poblados. El cacao y la madera son otras fuentes de
ingresos.
Aunque
la mayoría de los tawahkas son católicos, el sistema de culto de los tawahkas
se basa en las creencias chamanísticas. Ponen toda su fe en los hombres o
mujeres escogidos por los espíritus que se convierten en sus mensajeros, para
el bien o para el mal. Los elegidos deben de superar unas pruebas o
sufrimientos que pueden ser graves enfermedades, para llegar a ser reconocidos
como sukias. Pero no sólo de esta manera se puede llegar a ser aceptado como
sukia, existe otra más dramática e impresionante, es la de ser electrocutado
por un rayo. Los que sobreviven a estas descargas eléctricas son los
considerados más poderosos. Los sukias se dedican a las actividades curativas y
sus conocimientos se basan en el saber tradicional de la fauna y flora local.
En los cultos funerarios colocan dentro de las sepulturas unos bastones sólidos
para que el alma del difunto pueda defenderse y escapar de los peligros que le
amenazan.
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